Hasta principios del siglo XX, esta bahía presentaba unas condiciones muy distintas para la navegación comercial: sin diques ni muelles, las corrientes, las rocas y, sobre todo, un banco de arena a la entrada de la ría, la “barra de Portugalete”, complicaban mucho llegar a puerto ría arriba, en la capital vizcaína.
Lo que para los capitanes foráneos era un problema, para los pescadores del Puerto Viejo y localidades vecinas era una oportunidad de trabajo: el lemanaje. Al avistar un buque, las lanchas de lemanes remaban para llegar primero y lograr el servicio de llevarlo a amarres. A la altura de Portugalete recibían indicaciones del Piloto Mayor para sortear la “barra”. Era una tarea muy arriesgada por las condiciones de la bahía, donde eran habituales los naufragios. En esas ocasiones, los lemanes y pescadores organizaban operativos de salvamento.
Los lemanes formaban parte de las Cofradías de pescadores y mareantes, organismos gremiales que defendían sus intereses, pero era el Consulado de Bilbao quien regulaba el lemanaje desde 1561: titulaciones, tareas, turnos por municipio, precios...
A finales del siglo XIX se impulsaron grandes infraestructuras portuarias en la bahía y se logró eliminar la “barra” gracias al muelle de hierro proyectado por Evaristo Churruca. La figura de piloto lemán desapareció pero no su función de ayudar en las maniobras, tarea que realizan actualmente los denominados “prácticos”.