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2. Fundació Miró

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Joan Miró tenía un sueño y lo cumplió en su casa de Mallorca: pudo proyectar dos estudios de trabajo donde potenciar sin límites su expansión creadora, especialmente intensa en esta última etapa de su vida. Hablamos del Miró más experimental, más rupturista, el Miró que utilizaba (y alteraba) todo tipo de superficies y que las trabajaba con diferentes partes de su propio cuerpo. Y la suerte es que los dos estudios se conservan intactos, tal y como quedaron tras la muerte del genial artista. Lienzos, pinceles, manchas en el suelo y borradores de futuras obras dibujados con carboncillo en las paredes…Visitar estos dos estudios, el Taller Sert y Son Boter, ambos declarados Bienes de Interés Cultural (BIC), supone acercarse de forma cómplice y privilegiada a la obra y proceso creativo del maestro.

 

Y luego está el edificio Moneo, que por sí solo ya merece la visita. Proyectado por el genial arquitecto Rafael Moneo, supone el mejor continente posible para exponer la colección permanente de Miró. El edificio, integrado con su entorno natural, baña el interior de las salas con una luz cálida filtrada por las placas translúcidas de alabastro que salpican algunas paredes. Una experiencia más, y son muchas, que ofrece esta visita única y, por tanto, imprescindible.

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