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3. OTEANDO EL HORIZONTE

Las localidades pesqueras siempre han vivido oteando el mar, día y noche. Para ello, utilizaban los promontorios naturales llamados atalayas desde las cuales disfrutaban de una amplia visibilidad del Abra y la ría. El atalayero era la persona encargada de otear el horizonte y de dar aviso de cuanto sucedía en su campo de visión, jugando un importantísimo papel tanto en lo referente a la pesca como al tráfico comercial y el salvamento de náufragos.

 

La atalaya natural del Puerto Viejo es Erriberamune, que se encuentra situada al final de las escaleras de subida al núcleo urbano y que hoy en día está identificada con una escultura de un pescador y una sardinera.

 

A lo largo de los siglos, las atalayas naturales se fueron complementando con construcciones e infraestructuras, que diversificaron su función original y se transformaron, en muchas ocasiones, en baluartes defensivos de carácter militar.

 

La necesidad de defensa por parte del Señorío de Vizcaya primero y del Reino de Castilla posteriormente, impulsó la construcción de baterías de cañones y de fortificaciones en los alrededores del Puerto Viejo que fueron en gran parte sufragados y erigidos con dinero de la Cofradía de Mareantes de San Nicolás.

 

Ejemplos claros de estas fortificaciones defensivas serían el parapeto de Arrigunaga, la batería de Usategi, la fortificación de Punta Begoña y finalmente, el “Castillo del Príncipe” o fuerte  principal de Punta Galea. ¡Te invitamos a conocerlas!

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