El ferrocarril fue un elemento fundamental en las siderurgias, con el fin de poder transportar materias primas como el hierro, algo que convirtió a los Altos Hornos de Vizcaya (AHV) en una de las ubicaciones con la mayor red ferroviaria del Estado.
El comienzo de la Revolución Industrial trajo consigo la siderurgia a Euskadi y fue en 1882 cuando se crearon “Altos Hornos y Fábricas de Hierro y Acero de Bilbao” en Barakaldo y la “Sociedad Anónima la Vizcaya” en Sestao, municipio en el que, poco después, en 1887 se sumó a la lista, “La Iberia”. Con tal volumen de actividad en la comarca, se hacía imprescindible el ferrocarril, una sólida red que conectara las fábricas con los centros mineros.
En 1902, y como fruto de la fusión de estas tres empresas siderúrgicas, se creó la "Sociedad Altos Hornos de Vizcaya”.
Una década después, en 1913, AHV adquiere a la empresa alemana Borsig dos locomotoras para la red que unía Sestao y Galdames, donde se abastecían de mineral de hierro y caliza, y ya en los años 20, AHV se expande, algo que obliga a mejorar su transporte por ferrocarril y que conlleva la adquisición, en 1921 de otras 4 locomotoras con la misma empresa alemana.
Junto a la compra de las nuevas unidades, adquieren la licencia y los planos, lo que les permitiría poder seguir construyendo el mismo modelo de locomotoras en sus instalaciones. Fue así como se fabricaron alrededor de 30 vehículos, siguiendo el diseño de las de Borsig de 133 Cv. de potencia, siendo ésta ante la que nos encontramos, una de ellas.
Se trata de pequeñas locomotoras que, gracias a sus dimensiones, podían circular por los reducidos radios de los trazados interiores del complejo fabril.
Los años 50 trajeron consigo las locomotoras diésel, y aunque perduraron más allá de los años 70, continuaron utilizando las de vapor, como la que tenemos en Santurtzi, que dio servicio hasta el 31 de mayo de 1983.