La historia de Valencia está unida a la de este barrio marítimo.
El Cabanyal fue un pueblo en el siglo XIX (19),
se llamaba Pueblo Nuevo del Mar.
Todavía hoy es un barrio de pescadores
donde la vida tiene otro ritmo
y se siguen guardando las viejas costumbres.
En el Cabanyal hay barracas, casitas de pescadores,
fachadas de azulejos, edificios de colores
y construcciones de estilo modernista.
Tiene un gran valor arquitectónico.
Sus callejones son un auténtico laberinto
y sus edificios tiene una forma bastante curiosa.
Estas características facilitan un ambiente social
y un estilo de vida muy auténtico,
que casi ha desaparecido en las grandes ciudades.
La Lonja de Pescadores, el Mercado del Grao,
las viviendas de la calle de Sant Pere, La Reina,
Escalant o la zona del Progrés y Amparo Guillem
son zonas que merece la pena visitar.
Además, en los últimos tiempos,
las nuevas generaciones se han fijado en la playa
para llenarla de propuestas culturales.
Este sentimiento bohemio ha facilitado un renacimiento del barrio,
como ha pasado con otros barrios alrededor del mundo.
El barrio disfruta de una red de colectivos de arte
y compañías de teatro con muchos proyectos en marcha.
Por ejemplo, el teatro El Musical,
que ha vuelto a abrir sus puertas,
o el festival Cabanyal Íntim,
que se hace en primavera y utiliza casas históricas
para poner los escenarios.
Si queremos disfrutar de buenos arroces,
hay que ir a Casa Carmela.
Si lo que queremos son las mejores tapas de bodega,
entonces debemos ir a Casa Montaña.
También tenemos otras opciones más modernas
pero igual de serias y apetitosas.
Como la vermutería Anyora o la brasería Fumiferro.
Si preferimos salir de cañas,
lo mejor es acompañarlas con las tortillas de La Peseta
o los bocatas gigantes de La Pascuala y La Paca.
Para terminar la tarde, y si queremos la noche también,
podemos pasarnos por La Fábrica de Hielo.
Es un espacio cultural independiente
donde también hay puestos de comida ambulantes.

Imagen. Observamos una de las casas bajas típicas del barrio, en la calle del Rosario, pintada de blanco y azul. En su fachada destacan unos ojos pintados a modo de grafiti con la frase “Nada en vano, todo en vino” y unas bicicletas apoyadas.