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12. Agujeros negros. Audiovisual

La chispa del genio de Einstein…

En 1915, Albert Einstein publicó su teoría de la relatividad general, que cambió por completo nuestra perspectiva de la gravedad. 

 

El espacio y el tiempo son conceptos inseparables, y la gravedad es simplemente la curvatura del tejido del espacio-tiempo en presencia de materia. 

Y cuanto más masiva y compacta es la materia, más grande es la distorsión del espacio a su alrededor. 

 

Para ayudarnos a visualizarlo, imaginemos las órbitas de los planetas alrededor del Sol, son simplemente los recorridos más rápidos que pueden hacer los objetos atrapados en el espacio curvo creado por la presencia del Sol.

 

Las estrellas tienen distintos tamaños. Nuestro Sol es una estrella de tamaño mediano, pero existen estrellas mucho más grandes y masivas. 

 

En el proceso de formación estelar, la materia, primariamente átomos de hidrógeno, se contrae bajo su propio peso, y la presión en el núcleo de la proto-estrella llega a ser tan alta que se desencadenan reacciones nucleares. 

 

Como gigantescas centrales naturales de fusión nuclear, las estrellas producen energía convirtiendo el hidrógeno en helio y progresivamente en elementos más complejos. Estas reacciones nucleares hacen brillar a las estrellas y les permiten generar la fuerza necesaria para no colapsar bajo su propio peso. 

 

Pero las estrellas tienen fecha de caducidad. Cuando los elementos en su interior ya no son capaces de generar reacciones nucleares, las estrellas empiezan a contraerse bajo su propio peso. El destino final dependerá de su masa.  

 

Las estrellas más grandes y masivas, que superan varias veces el tamaño de nuestro Sol, colapsan muy rápidamente sobre su núcleo, creando una onda de choque que hace explotar sus capas exteriores. Estamos asistiendo a un evento conocido como explosión de supernova.

 

El núcleo que queda sigue contrayéndose. Nada puede detener este colapso, y toda la materia acaba condensada en una región muy pequeña y densa. Para hacernos una idea, la Tierra tendría que encogerse al tamaño de una canica.

 

La distorsión del espacio es tan grande que se convierte en un pozo sin fin. Nada puede escapar, ni siquiera la luz… Se ha formado un agujero negro. 

 

Cualquier objeto que se acerca, se desgarra y sus componentes empiezan a caer en ese pozo sin fin creando un remolino. 

 

Los agujeros negros más comunes son el inexorable fin de las estrellas más masivas. Se estima que solo en nuestra galaxia, la Vía Láctea, puede haber desde decenas de millones, hasta miles de millones de agujeros negros.

 

Pero también hay otro tipo de agujeros negros que llamamos supermasivos, y que se encuentran en el centro de las galaxias. Estos objetos pueden alcanzar desde un millón hasta miles de millones de veces la masa de nuestro Sol. Estos objetos se encuentran en el centro de las galaxias.  En el centro de la Vía Láctea hay un agujero negro supermasivo que domina el campo gravitacional de nuestra galaxia, y que puede destruir estrellas enteras.  

 

Han pasado más de cien años desde la formulación de la Teoría de la Relatividad de Einstein. Ahora sabemos que los agujeros negros existen y los más grandes masivos juegan un papel importante en la evolución de las galaxias. Lo que ocurre en su interior sigue siendo un misterio que necesita una nueva teoría. 

 

En palabras de Vera Rubin, una astrónoma que contribuyó al descubrimiento de la materia oscura: "Muchos misterios del universo todavía permanecen ocultos... Esperan ser descubiertos en un futuro por científicas y científicos aventureros”.

 

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