Un planeta es un objeto astronómico que orbita alrededor de una estrella. Aunque todos los planetas de una estrella tengan el mismo origen, ya que nacen de la misma nube interestelar, su composición final puede ser muy distinta.
En el sistema solar encontramos, básicamente, dos tipos de planetas. Para conocerlos, le invitamos a introducir la mano en los dos huecos que hay sobre la mesa.
Comenzamos por el hueco de la derecha. Esta superficie sólida y rocosa es característica de los planetas más cercanos al Sol, Mercurio, Venus, la Tierra y Marte, llamados interiores o rocosos. Su composición se debe a que, durante la formación del sistema solar, los elementos químicos más pesados se quedaron cerca del Sol, dando lugar a planetas más densos, pequeños, áridos y rocosos. El ‘rara avis’ del grupo es nuestro hogar, la Tierra, que reúne una serie de condiciones excepcionales que permiten la presencia de agua líquida en su superficie, esencial para la aparición de vida vegetal y animal. Su actividad geológica y biológica, y la erosión por el viento y el agua, hacen que la superficie terrestre esté cambiando constantemente.
Ahora pasemos al hueco de la izquierda. ¿Siente algo? Efectivamente, se trata del gas que compone los planetas más alejados del Sol, como Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, a los que se conocen como planetas jovianos o gigantes gaseosos. Estos planetas no tienen superficie sólida y están compuestos, en gran medida, por hidrógeno y helio, los elementos más abundantes del universo. Se cree que la gran cantidad de materia disponible y su lejanía al Sol permitieron que crecieran mucho más rápido que los planetas rocosos, creando gigantescas bolas de gas.
A continuación, en el recorrido podrá conocer en detalle la superficie de otro cuerpo celeste, la Luna y su relación con la Tierra.